viernes, 9 de noviembre de 2007

Lawrence de Arabia y sus locos seguidores. El complejo de Electra. Padre de familia americano.

Aprovechando los últimos calores de septiembre me fui con unos amigos a la última frontera (entre Santa Pola y Elche). Nos hizo un tiempo increíblemente bueno, tanto que consiguió separarnos de la Playstation.


Ya en la playa tuvimos la agradable sorpresa de comprobar que había un tramo de playa nudista. Yo, que disfruto de tostarme de forma integral, les propuse, animada e infructuosamente, que nos integrásemos.
Ante su negativa aproveché sus largas horas de siesta para disfrutar del sol en solitario. La fauna autóctona nudista es muy variopinta y merecería un comentario aparte. Hoy solo voy a señalar un grupo que siempre ha llamado mi atención: Los Moradores de la Arenas.
Mientras en primera línea de playa suele encontrarse público general: familias, parejas, chachas y militares sin graduación. Más recogidos, semiocultos por las dunas suele verse a hombres solitarios, ya mayorzotes, que atisban el horizonte durante horas, incansables, mientras el sol les abrasa. Estos centinelas del desierto, estos seguidores de Lawrence de Arabia (en sus tendencias, que no en sus aposturas), estos misteriosos hombres de arena ¿No podrían salir follados ya de casa?
¿Qué les lleva a pasearse por el caluroso infierno de forma compulsiva entablando un combate tras otro con sus iguales?

Hace tiempo me planteé, de forma simplista y equivocada, que las relaciones humanas serían más sencillas si todos llevásemos, como los taxis, un piloto en la cabeza. Cuando nos cruzásemos con alguien que nos pareciese atractivo el piloto se pondría en verde y no se crearían falsas expectativas. Olvidaba que de la simple atracción al catre hay algún paso que siempre ha estado un poco difuso para mí. Les pongo un ejemplo.

El otro día estábamos Carmen Electra y yo en una fiesta. A pesar de que sé que le hacía ilusión verme, yo la estuve evitando toda la noche de forma deliberada. No consideré adecuado ni el momento ni el lugar. Si nuestras miradas se hubiesen cruzado nuestros pilotos se hubiesen puesto en verde con toda probabilidad ¿y qué? ¿Cómo avanzar a partir de ahí? Siguiendo la táctica de los Moradores de las Arenas debería haber bastado algo como levantar una ceja, morderme un poco el labio inferior y tocarme repetidas veces la entrepierna y el éxito estaría asegurado. En mi interior tengo el convencimiento de que este comportamiento, más que al catre, me hubiese llevado directamente a la cárcel, sin pasar por la casilla de salida.

¿Por qué a ellos les puede funcionar esa técnica tan cutre y a mi no? Intuyo que no existe ningún condicionamiento biológico para ello. No creo que los gayers[1]sean más promiscuos o predispuestos al sexo, por lo menos no será por falta de ganas de la mayoría de los heterosexuales que conozco (entre los cuales me incluyo). Creo que se trata de siglos de condicionamiento social, de señalarlos con el dedo entre risitas, de contar chistes de mariquitas, de negarles igualdad en sus derechos sociales, de ejecutarlos en Irán (y no volverán), lo que ha hecho que hombres que se declaran heteros y tienen su familia tradicional tengan estos encuentros salvajes y fugaces.

Entre los paladines contra la perversión me gustaría destacar al senador de los EE.UU., Larry Craig. El pobre lo está pasando mal. Toda una vida oponiéndose a extender los derechos de los homosexuales en cuestiones como matrimonio o adopción, negándose a incluir la homofobia dentro de la definición del crimen federal Hate Crime, y van y le empapelan en unos baños públicos bajo la acusación de conducta desordenada.
Parece ser que un policía de paisano malinterpretó el hecho de que, por debajo de la separación entre baños, el senador rozase su píe repetidas veces contra el suyo e incluso llegase a pasar la mano haciéndole gestos de invitación.

¿Ven? Si Larry o el policía hubiesen llevado el piloto del amor en la cabeza esto no habría pasado. O quizá si pero sin necesidad de acabar en el calabozo.

En cualquier caso Larry lo está pasando realmente mal, con toda esa presión mediática sobre él. Sus sueños de llegar a ser Secretario de Interior se desvanecen y sus colegas republicanos le dan la espalda (con precaución). Yo le recomendaría que se alejase del mundanal ruido un tiempo, que se tome unas vacaciones. En la playa, por ejemplo.

¿Saben? Carmen Electra es realmente bajita, pero no parece tener ningún complejo.





[1] Gayer: del chanante. Homosexual.

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