martes, 30 de septiembre de 2008

Don Zenon.

Corría yo por mis 5 años, y jugaba en una charca del patio del que fue mi colegio, una charca enorme, fruto de tres dias seguidos de lluvias, amontonadas en un vado de tierra arcillosa, charca a la que los profesores ya nos habían advertido que no nos acercásemos, pero claro, como niños que éramos, eso nos dio igual.

Así que en una de esas unas manos me cogieron de una pierna y del pescuezo y me lanzaron, controladamente, por los aires, yendo a aterrizar muerto de miedo, de pie, pero muerto de miedo.

Me dí la vuelta pensando -¿qué demonios ha pasado?- y lo que había pasado era un tipo viejo, cuasi retorcido, de pelo blanco y rostro enjuto.
Con unos labios cortados por la vejez, un rostro duro, como el del malo de cualquier libro en que los protagonistas son niños, unas manos como ramas de arbol y una tez blanca llena de pecas muy, muy oscuras.

Era un hombre que parecía cargado de rabia y, tal vez, responsabilidad, que nos miraba a todos y a ninguno a la vez, con unos ojos azules que hubiesen hecho salir corriendo a la mismísima valentía.

Mantuve la mirada, una hora, dos horas, dos horas y media... y no pude más, me di la vuelta y me encontré con mis amigos en la misma posición en la que se encontraban cuando yo caí al suelo, dándome cuenta que no habría sostenido aquella mirada, sacada del más frio infierno, no más de medio segundo, y corrí, por tierra, escaleras, baldosas y asfalto, salí corriendo tanto como pude, hasta la seguridad del patio superior, solo paré cuando deje de verle.

¿Quién podía ser ese horror, ese espectro, ese ogro que hacía guardia por el patio, ese rostro cuasi cadavérico, que miraba avieso tras aquellas blancas y pobladas cejas?

La respuesta la conocí cinco cursos después.

Aquel hombre, era el mejor profesor que he conocido, el hombre que miró mi cabeza a través de mis ojos, que hurgó en mis peores defectos, los cogió y me los mostró, tal como eran, incluyendo la forma de combatirlos, el profesor que me devolvió el gusto por las matemáticas, la química, la biología, la geología, por el estudio en general, el tipo que en medio de un examen de geografía entró, vió el mapa que estabamos haciendo y de cabeza, como haciendo una gracia, nos dijo la solución a tres preguntas con una sola frase, el fue quién nos enseñó una técnica increíblemente facil para multiplicar números enormes de cabeza, un profesor con un cuerpo incapaz de seguir el ritmo de su mente, aquel con el que comprobé que ser severo no está reñido con ser justo...

Era el año... bueno, el año en que hice 6º de E.G.B., el año exacto no me acuerdo, y estábamos allí los de 6ºB esperando a que sonase la sirena para entrar.
Teníamos las hojas donde venían nuestros profesores, y resulta que el tutor, y a la vez profesor de matemáticas, química, biología, geología y ética era un tal Zenon.

Cuando preguntamos al hermano mayor de una compañera, nos dijo

-¿Zenon? Pero si tiene 66 años, ¡Yo creia que se había jubilado ya!

Y el miedo vino a nuestros estómagos... un profesor, que se debería haber jubilado, que daba tantas asignaturas y además, era nuestro tutor... malo, muy muy malo.

Entramos en clase y ví al fantasma de las navidades pasadas, al ogro, a la única persona de la que había tenido miedo en mi vida, con su pelo blanco, sus manos torcidas, sus ojos gélidos y su gesto hosco.

Esperó hasta que nos sentamos, y era tal el aura que le rodeaba que no tardamos más de tres segundos en callarnos completamente, y esperar su discurso.

-Buenos dias – dijo – soy Zenon, soy vuestro tutor y voy a ser vuestro profesor de matemáticas, quimica, biología, geología y de ética, para aquellos que la hayan elegido.

Esperamos.

-Este es el calendario

Y dibujó un calendario como hecho con plantilla, excepto las letras, que eran feas como un demonio, justo al contrario que los números.

-¿Alguna pregunta?

Esperamos.

-Entonces estamos en clase de... a ver... matemáticas, sacad vuestro cuaderno, guardad los libros.

Y desde ese momento, con la primera nimiedad que nos enseñó, la primera lección del primer dia del primer trimestre, todos empezamos a llamarle DON Zenon.

Y aquellos ojos horribles se transformaron en los ojos de un amigo.

Y aquel rostro, como una calavera secada al sol fue el rostro que me dedicó la más sincera y orgullosa sonrisa de todos mis años de estudiante.

Y aquellas manos, retorcidas por el reuma y años de sujetar tizas se convirtieron en el más preciso compás, en la más recta regla, y en los nudillos mas duros que mi cabeza jamás ha conocido.

Con el tiempo descubrimos que había retrasado su jubilación solo para darnos clase a nosotros, la que los profesores llamaban el 85B, por el año en que empezamos allí, solo por nosotros, por nuestra extraña fama de rebeldes simpáticos y con talento.

Con el tiempo descubrimos que cualquier profesor podría habernos enseñado lo mismo que el sobre ciencias, matemáticas o cualquier otra cosa, pero nunca nos podría haber enseñado tanto acerca de cómo dejar de ser niños y convertirnos en personas, jóvenes, si, pero personas.Con el tiempo he llegado a darme cuenta de que ha sido, el único profesor, en toda mi vida que ha llegado a impartirme el temario de TODAS sus asignaturas, incluso cosas que nos hubiesen dado en los siguientes cursos, y siempre alimentando nuestro interés en aprender.

Con el tiempo nos dimos cuenta de que no fue un profesor en nuestra trayectoria escolar, sino el maestro que todo el mundo debería tener, aunque solo fuese una vez en la vida.

Tiempo después, más de 6 años, me lo encontraba de forma cuasi habitual, en su paseo por el barrio de camino a casa de sus hijos, para dar clases a sus nietos.

Tras ese tiempo me recordaba, a mi, a mi nombre y todo lo que sabia de mí.

–Rebilated, hijo.- me decía, y me daba un abrazo y dos besos, aquello era como que te besase una bota de vino vieja y ajada, pero a la vez como si te abrazase un viejo amigo.

-Don Zenon – respondia yo, conociendo la necesidad que tenía mi mente de añadir ese “Don” al principio de su nombre, como un título, como signo de respeto al único profesor que he llamado de usted sin que me obligasen.

Me preguntaba que hacía, como me iba, que tal mis padres, como le iba a mis compañeros, y se acordaba de todo, y de todos, y siempre llegaba una última y temida, pero esperada pregunta:

-¿Cómo va lo nuestro?

Y lo nuestro eran mis defectos, aquellos que me mostró hace tanto tiempo.

Él siempre me habia había dicho, en voz baja y muy serena: “Eres un tipo muy inteligente, y de mente muy rápida, pero eres terriblemente vago, y eso tiene que cambiar.”

Siempre la misma frase.
Y yo me enfadaba, me enfadaba conmigo, porque tenía razón, era increíblemente vago.
Era terriblemente vago hasta que me mostró los beneficios de dejar de serlo, así que poco a poco mi vaguería se fue diluyendo, y en junio, como recompensa le dí un 9,5 en matemáticas, y me dio mi examen, como si fuese un tesoro para que le echase un vistazo.

A esa pregunta yo siempre respondía:

-Bien, bien, mejor que cuando Junio.

Y el sonreía, sabiendo que si era mejor que cuento Junio las cosas me iban muy bien.

-Jaja, que gran Junio fué aquel, todavía guardo tu examen, y el de Marta y algún otro, mira que fallarme aquella ecuación... un diez, te tendría que haber puesto.

Y yo me maravillaba, de que se acordase de mi fallo, pero sobre todo de que guardase mi examen.

De todo esto hace bastante tiempo, años, en incluso lustros.

En mi mente había supuesto que habría muerto, con la cabeza llena del conocimiento de diez mil libros, con la responsabilidad de haber alimentado intelectualmente cientos de vidas, con “Lo nuestro” oculto, como un secreto, en el fondo de su mente.

Pasó mucho tiempo desde la última vez que me acordé de el.

Esa tarde de otoño caminaba yo, cabizbajo , por circunstancias de la vida, y de repente, cuando acabo de cruzar un paso de cebra, veo que a un anciano se le cae una muleta, me agacho a recogerla y una mano con dedos retorcidos como alambres, me agarra, me levanta y me obliga a mirar a los ojos a la persona que tira de mi.

Me asomo a dos cuencas con enormes arrugas, dos gruesas rayas de pelo blanco encima, que enmarcaban unos ojos... esos ojos, que miraban en mi pasado, que me medían y evaluaban, que me valoraban como un carpintero evalúa su obra, y supe que es lo que iba a decir, cuando y con que tono, sabia que venian dos besos correosos, el abrazo de un amigo, y una pregunta inevitable, y aquella muerte que yo habia supuesto, aquellos conocimientos que creia perdidos, aquellas conversaciones que creía olvidadas me abrazaron en forma de señor bajito, debil pero fuerte a la vez, de ojos agradables y gesto amable, nada amenazador, me abrazaba entre fogonazos de pasado, unos tristes pero agradables y otros alegres, buenos de toda parte.

Comenzó el ritual de nuestra acostumbrada conversación, pero a la hora de la pregunta calló, yo, apesadumbrado, creía que la edad había hecho que se perdiera en su mente, para siempre aquel momento, mi momento de inflexión, y entonces vi la sonrisa en su cara y le dije:

-“Lo nuestro” bien, mejor que en aquel Junio.

-Gran Junio, gran examen... y gran alumno.

-No- dije yo - Gran maestro.

Se abrazó a mi y lloró, supongo que recordando lo que fue para un montón de gente, orgulloso del halago que acababa de hacerle el alumno al que, según sus propias palabras, mas capones había dado.

Cada vez que paso por ese paso de cebra tengo la esperanza, de volver a ver aquellos ojos que una vez me mataron de miedo y que con el tiempo, me hicieron renacer como persona, se que no ha muerto, tiene más de 75 años y está tan lozano como siempre, me lo dijo otro profesor hace muy poco tiempo, así que se, que algún día, volveré a mentar aquel Junio una penúltima vez.





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12 comentarios:

Gato dijo...

Debe haber pocos profes como Don Zenon. Por el amor a su trabajo pocos, pero por su estilo... probablemente ninguno.

¿Estáis los plutónianos por hacer llorar a la gente, o qué pasa aquí?

Cattz dijo...

Desde luego parece que se lo proponen Gato, se lo proponen...
Yo nunca he tenido un profesor tan especial, pero en mis notas se reflejaba de forma impresionante la diferencia entre uno bueno y uno malo.
Jo, me habéis puesto melancólica :(

Anónimo dijo...

Lamentablemente no tengo ninguna historia como la tuya, al contrario, mis años de escuela, más aún, mis profesores fueron lo peor que me pudo suceder en la vida, y mira que mi vida ha sido perra conmigo!

Creo que tuviste suerte de encontrarte con tal personaje, te envidio de todo corazón, en serio.


Alelí.

Eva Luna dijo...

Jo, que se me salta la lagrimita, ya te vale!!!!
Muy bonito, ojalá todos los niños de hoy en esta super enseñanza de hoy en día, tuvieran alguien así cerca. Me temo que no será así, pero bueno...

un beso

Anónimo dijo...

A mi lo mejor que me pudo pasar fue encontrarme en el segundo año de tuto con mi profesora de Cultura Clásica,que al año siguiente se convertiria en mi profe de Griego.En la vida he disfrutado más unas clases ni he tenido más ganas de aprender algo.El amor por la mitología me lo metió ella al cuerpo,y a algun profesor que otro dejé flipando gracias a cosas de esas.

Que vergüenza me daría aparecer delante de ellos ahora,si se enteraran de que no fui a la universidad y he acabado en un trabajo que no podia tener menos que ver con humanidades,como la contabilidad -_-

Ahora ya casi no quedan profes abueletes...se les quitan las ganas con los crios que hay...

Rebilated dijo...

-Gatico: que yo conozca solo él, por desgracia.
¿Llorar? no, aunque no lo parezca es un post escrito con toda mi alegría, es nostálgico, pero alegre.

-Cattz: del 5 pelao de septiembre en 5º al 9.5 de 6º... creo que en mis notas también se refleja :D

-Alelí: un buen profesor puede hacer más por el futuro de un chaval que todas las regañinas del mundo juntas, eso sí, buenos profesores hay pocos.
P.D.: A ver si te haces un perfil, aunque solo sea para comentar :D

-Eva luna: Si, me ha quedado un poquito lacrimógeno, pero como le decía a gato, en realidad es un post alegre.
Yo todavía veo una posibilidad, un compañero mio de aquella época, y alumno de este hombre ha tirado por el rollo de la enseñanza, y me parece que tiene posibilidades para ser el próximo Don Zenon.

-Lokkie: yo tampoco he ido a la universidad, y a este hombre se lo dije, y me dijo "¿te gusta lo que haces?, ¿estas contento?, pues enhorabuena, los títulos solo valen para rellenar un marco, quien vale, vale." un tipo sabio.

E. Martin dijo...

Los profesores así son la excepción y no la regla. Yo no he conocido ninguno.

Anónimo dijo...

Rebilated, ¿por qué será que su nombre me suena a tranquilizante? bueno, ni caso, que vengo, señor despistao, a tirarle las orejas, pues resulta que en unas cuantas entradas más abajo, exactamente en: Un horario estandar o algo así, deje el enlace, sin querer queriendo, a mi estupendo y tremendamente visitado blog. Ahora asuma las consecuencias de su curiosidad.

Yo, me lavo las manos.


Saludos.

Anónimo dijo...

El caso es que no me gusta lo que hago,pero tal como estan las cosas hoy en dia,me pagan bien,me tratan bien y el horario no es jodido,asi que aunque no me guste un pelo pues me doy con un canto en los piños si me renuevan la verdad...

Rebilated dijo...

-E.martin: pues es una pena, pero es que hay tan pocos que solo algunos privilegiados tenemos una ocasión así.

-Alel... Anónimo: mea culpa, recuerdo que si que vi un perfil que llevaba al blog "diario de una mojigata", y le eché un vistazo, pero ahora estoy sin interné en casa y con poquito interné en el curro, así que no tengo tiempo para nada.

-Lokkie: si, las cosas hoy en dia están muy jodidas, pero bueno, si te tratan bien y te pagan bien... poco más se puede pedir.

Barbijaputa dijo...

Primera entrada de primer blog que me hace llorar y sorberme los mocos.

Joder, qué mal lo he pasao. No me lo hagas más, eh?

Barbijaputa dijo...

Por cierto, lo enlacé a mi blog... te importa?