domingo, 18 de mayo de 2008

Huesos en la cuneta. No todo van a ser risas.

¿Por qué son tan pesados? Pasó hace mucho tiempo... Mejor no tocarlo...















2008. Madrid.

El pasado día del libro se hizo entrega el premio Cervantes a Juan Gelman. En su discurso reflexionó desde el corazón sobre la memoria.




Para San Agustín, la memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llama a los recuerdos que a uno se le antojan. Pero hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares desaparecieron. Pesan en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas incesantes: ¿cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.”




“Enterrar a sus muertos es una ley no escrita, dice Antígona, una ley fija siempre, inmutable, que no es una ley de hoy sino una ley eterna que nadie sabe cuándo comenzó a regir. "¡Iba yo a pisotear esas leyes venerables, impuestas por los dioses, ante la antojadiza voluntad de un hombre, fuera el que fuera!", exclama. Así habla de y con los familiares de desaparecidos bajo las dictaduras militares que devastaron nuestros países. Y los hombres no han logrado aún lo que Medea pedía: curar el infortunio con el canto.”

Un breve párrafo sobre el autor extraído de la Wikipedia:




“El 26 de agosto de 1976 fueron secuestrados sus hijos Nora Eva (19) y Marcelo Ariel (20), junto a su nuera María Claudia Iruretagoyena (19), quien se encontraba embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron, junto a su nieta nacida en cautiverio. En 1990 fueron hallados los restos de su hijo en un tambor lleno de cemento arrojado al río. En 1978 Gelman averiguó a través de la Iglesia Católica que su nuera había dado a luz, sin poder precisar dónde ni el sexo. En 1998 Gelman descubrió que había sido trasladada a Uruguay, a través del Plan Cóndor que vinculaba a las dictaduras sudamericanas y Estados Unidos, donde fue mantenida viva al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital Militar de Montevideo. La investigación sobre la suerte de su nuera y su nieta fue bloqueada intencionalmente por el gobierno uruguayo a pesar de la presión internacional, hasta la asunción del presidente Jorge Batlle en 2000, año en el cual se reunió con su nieta.[5]
Salvo una breve entrada clandestina a la Argentina en 1976, Gelman permaneció exiliado en el exterior residiendo alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México y trabajando como traductor de la UNESCO.
Las gestiones de Gelman lograron el primer repudio publicado en 1976 el diario en Le Monde a la dictadura argentina realizado por varios jefes de gobierno y de la oposición europeos, entre ellos Francois Mitterrand y Olof Palme


Quizá en este momento quieran releer su discurso con más atención. Tómense su tiempo.


1940. Océano atlántico.

Apoyado en la barandilla de un barco de vapor un hombre mira hacía el horizonte, una línea casi imperceptible entre el mar y el cielo. Su mirada vuela y se pierde sin saber donde descansar.
Muy lejos, en una orilla, otro hombre también mira el horizonte.

¿Miran hacia adelante o miran hacia atrás?

El hombre del vapor viaja con su padre. Ha luchado una guerra. Ha perdido una guerra. Ha cruzado la frontera de su país y ha sido internado en un campo de concentración. Se ha escapado. Dos veces. Finalmente ha conseguido embarcarse en el puerto de Burdeos.
El barco llegó hace días a la República Dominicana pero los funcionarios de Rafael Leónidas Trujillo les exigian doscientos dólares por desembarcar. El mensaje está claro. Llevan más de un mes embarcados.


El hombre de la orilla, mira a su hijo. No alcanza los dos años. Piensa en su padre y en su hermano. ¿Llegará su hijo a conocerlos? ¿Dónde estarán en ese mismo instante? ¿Volverá a verlos?


En un camarote un hombre escribe y hace una pausa. Está cansado. Recuerda otros viajes, otros barcos. Recuerda a su mujer y sus hijos en una cubierta soleada, en el buque que los traía de Filipinas de vuelta a España. España… allí queda su hijo menor. El mayor espera en cubierta. Baja los ojos y su mirada parece atravesar los tablones del suelo. Toma aire y vuelve a escribir: “… espérance”.


2008. Madrid.

La pantalla del ordenador parpadea. Quinientos trece nombres. Mis ojos vuelven a recorrer la lista y vuelven a fijarse en dos: mi bisabuelo y mi tío abuelo.
Su historia, junto con la de sus compañeros de viaje la ha contado Alfonso Vera Canales que, con apenas 6 meses fue el benjamín de la expedición del vapor “Cuba”. Ese barco transportaba unos cientos de exiliados y una preciosa carga. Miles de almas. Además, en sus bodegas se almacenaba“el tesoro de París”, los fondos con los que el General DeGaulle financió su ejercito y luchó contra la ocupación Nazi de Francia y de Europa.











Miles de personas, en todos los países, en ocasiones nos detenemos y miramos al frente. Nuestras miradas atraviesan las distancias y se entrecruzan formando el tejido mismo de la ausencia.

3 comentarios:

Somófrates dijo...

Lo de siempre. Indigna casi tanto como la búsqueda de equidistancias de los miserables.

Siempre lo de siempre.

Luis dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis dijo...

Profesor...si vistiera sombrero, no tendría más remedio que quitármelo.