La semana pasada tuve otro día tonto en el trabajo. Furiosín nos ha bloqueado la mercancia así que J y yo pasamos mucho tiempo mirándonos la cara. ¿Qué les puedo decir? No es como ver 2 girls and 1 cup pero tampoco es como para mirarlo mucho tiempo.
Así que J me dijo que me ayudaba a cambiar la tele que adquirí por un módico precio a la empresa, 40 pulgadas analógicas de placer, por 42 pulgadas y digital (una bestia). A mí el tamaño no me importa porque sé que ya la tenía suficientemente grande (:P) pero el hecho de que tuviese el TDT integrado supondría el quitarme otro cacharro del salón.
“¿Pero te cabe en el mueble?” preguntó J.
“Por supuesto” dije yo con autosuficiencia y plena seguridad “La he medido”.
Nos pusimos manos a la obra, agarramos la tele y la bajamos por las escaleras del edificio entre resoplidos. De hecho resoplábamos tanto que apenas oíamos unos gritos y quejidos que provenían del portal (¡Ayayay! ¡Socorro!).
Cuando, por fin, llegamos al bajo el portero no estaba pero nos encontramos con un señor que hablaba con uno de nuestros compañeros de oficina mientras abría la puerta a dos nacionales. El compañero nos mira y nos dice “pero ¿Qué hacéis?” y J le contesta “Eeeh… aquí… robando”. El policía nos sujeta la puerta, nos señala el coche patrulla y nos dice cachondo “Está ahí aparcado, he dejado el maletero abierto”. ¡Qué artista!
Luego llegamos a mi casa y tras subir la bestia con grandes esfuerzos comprobamos que cabía de ancho perfectamente PERO NO DE ALTO. Le faltaba centímetro y medio. J me lo va a recordar TODA LA VIDA. Jesús tuvo que cargar con una cruz y yo con una pantalla plana por el resto de mis días.
El caso es que al volver a la oficina nos enteramos que la actuación policial era debido a que nuestro portero, un hombre medio que pasa normalmente desapercibido, esconde bajo su mono azul de trabajo un rompecorazones. Parece ser que hace poco decidió dejar a su pareja. Esta buena señora no entiende las razones de la ruptura. Aunque que yo intuyo que deben estar por lo menos ligeramente relacionadas con el hecho de que ella pasase temporadas internada en un hospital psiquiátrico.
Esa mañana la amable señora se plantó en el portal y le dijo que le iba a hacer la vida imposible, que iba a planir al edificio todos los días. Empezó a gritar y a convulsionarse hasta desvanecerse. Ante este panorama el portero, que ya debe conocer el percal, hizo mutis por el foro mientras llegaba una conocida de la pareja para hablar con la niña del exorcista. Cuando fue convenientemente informada de que los vecinos habían llamado a la policía se sintió mucho mejor y se esfumó. Momentos después J y yo entrabamos a la escena del crimen con una enorme tele en las manos.
Vamos, un momento un poco Almodovar. Solo faltaba un transexual y un cura.
Estoy deseando mañana venir a trabajar.
6 comentarios:
Lo cual demuestra que uno nunca sabe lo que va a encontrarse debajo de un mono azul!
A lo mejor es que el madero pensó que era una televisión "de pasma".
(No me peguéis...)
y digo yo, ¿cambiar el mueble de la tele por uno más bajito? Ikea es socorridísima en estos casos.
besukis!!
Estimado Luis: lo cierto es que no soy precisamente Diane Fossey. Los monos están bien tocando los cimbales y bailando al son del organillo...
Somo: Juas, juas, juas. Ahhhh... está claro que sabe dosificarse para concentrar el humor. ¡Escriba algo de una puñetera vez!
Sheena: Claaaaaro. No lo había pensado. Al fín y al cabo yo solo tengo un doctorado en viajes espaciotemporales y vd. es, ni más ni menos, que una punk rocker o la reina de la jungla. ¡¡NO SE PUEDE ES UN BALDA MAESTRA!!
Aaaaaayyy que día he tenido...
¿Veis como el tamaño importa? Digan lo que digan los hombres...
Estimada anónima, Vd. sabe perfectamente que el tamaño no me importa en absoluto.
Además especiañmente Vd. sabe que soy un amante excepcional (siempre quedo satisfecho)
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