Las peores vacaciones de mi vida. Nueve días sin fumar. Y hoy vuelvo al tajo y resulta que el nuevo director de operaciones, además de querer manifiestamente devaluar mi puesto de trabajo, vive en mi bloque, en el piso de enfrente. Si es poco, a los de Dinahosting les da ahora por regalar condones XL con una campaña de publicidad súper cachonda (por suerte no caducan hasta el 2012, e igual mi LHC consigue entrar en funcionamiento de nuevo antes que el del CERN) y tengo la mesa de la oficina plagada de gomas. Yo, que he sido un dios entre hombres, un príncipe entre ladrones, y estoy más perdido que el abuelo de Marta del Castillo...
Pero no nos desviemos de lo que hoy vengo a hablaros. Hace unas semanas fui con unos amigos a ver "The Road", un petardo aburridísimo y deprimente en el que podemos disfrutar de un épico enfrentamiento entre mendigos en un mundo post-apocalíptico. Yo al film le saqué un "mensaje dentro del mensaje" que nadie más en la sala pareció advertir (lo cual probablemente indique que mi psique tan sólo intenta buscarle tres pies al gato, cuando en realidad lo que hicimos fue, sencillamente, dejarnos siete pavos en un truño atómico).
Pero la experiencia tuvo algo muy positivo. A la salida del cine, doblando dos esquinas, junto a la puerta de los baños, encontré esto:
Y, la verdad, quedarse sordo por ver el final de la última de Rambo, aún (es que me lo pasé teta). Pero es que si encima me quedo sordo por ver a Aragorn luchar a muerte por una lata de espárragos, le pego fuego al cine, no me jodas.
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