Las fuerzas nucleares débiles y fuertes, la electricidad, el magnetismo, la injustificable constante gravitacional que nos afecta a todos pero no a los átomos que nos conforman. El imposible afán por dar con la balsámica ecuación unificadora. Los hermosos cantos de teoremas matemáticos indemostrables que nos prometen once dimensiones, cuerdas y membranas de realidad para poder poner algo de paz en el Jerusalén disputado entre la relatividad y el caos cuántico.
Hay soles girando cerca del núcleo de la vía láctea cuya masa es decenas de veces superior al de nuestra modesta enana amarilla que se desintegran a quince mil kilómetros por segundo, ya sea por la propia fuerza de traslación o al ser devorados en una colisión con otros semejantes. Titanes consumidos cuya radiación vence a su propia gravedad y en un violento escalar de cientos de años nos dejan ser testigos en un instante y a cincuenta mil años luz, de su último gesto de glorioso poder a simple vista desde nuestra insignificante roca.
Gigantes azules que ionizan el hidrógeno que les sirvió de cascarón antes de nacer y dibujan entre todos cinturones y espirales que giran sin lógica alrededor de quásares cuya masa ni si quiera podemos concebir. Bestias sedientas de materia habitando el centro de cada galaxia a billones de grados centígrados, consumiendo materia equivalente a decenas de veces la masa de la Tierra a diario y expulsando metales pesados en halosferas que la luz tardaría cientos de miles de años en recorrer de un extremo a otro.
"Las personas son muy poco modestas y afirman con aplomo tener un juicio correcto de la realidad", señaló el Sumo Pontífice de la Iglesia católica romana durante la fiesta de la Epifanía.
"Muchos han visto la estrella de Belén, pero pocos han comprendido su mensaje", añadió.
Sobre todo en el ámbito de la investigación es palpable que la ciencia no es suficiente para comprender la realidad. Se precisa más bien de la unión de "inteligencia y fe, ciencia e iluminación", explicó.
La Iglesia católica romana celebra el 6 de enero la Epifanía, la aparición de los Tres Reyes Magos que fueron a adorar al hijo de Dios tras su nacimiento (25 de diciembre) en Belén.
Código penal. Sección 2. Artículo 525.
1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.
Es por esto que mi abogado me aconseja no seguir con este post.
Pero lo pienso fuerte.
7 comentarios:
Cuánta maldad contenida.
Y digo yo que esta parte del código penal, cómo lo diría... sobra, ¿verdad?
Jo, Somo, a veces nos parecemos tanto y otras, tan poco. Menos mal que siempre hay dos cosas en las que estamos de acuerdo.
¿Tantas?
No te metas con la religion si te da apuro acabar en la carcel,metete con el cura de turno,que por eso no te hacen nada...
o al menos a e.martin no le han hecho nada y se esta descojonando de ellos minimo una vez a la semana...
Un post casi Kirbyano en su fuerza, y lo suscribo, vaya que si.
Ahora, que en la ley dice que es delito si haces escarnio "para ofender", digo yo que si es por informar, entonces no hay problema.
Que en esta casa se respetan las leyes de la Termodinámica.
La Iglesia Católica... qué gran empresa. Más de 2000 años y sigue generando beneficios. Me río yo de la Coca Cola!
Somo, lo sabe todo el mundo; eres el único bloguero que me derrite las bragas escribiendo.
En serio, derretidas las tengo.
Claro. Es que a la parrilla saben mejor...
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